Como manantiales que nos inventamos
fue nuestro amor,
un espejismo en el desierto de nuestras vidas.
Nos convencimos que eramos el uno para el otro
sin importarnos el tiempo, los momentos felices y hasta el tedio.
Así vivimos la historia de nuestro amor
sin darnos cuenta que ese fuego que nunca ardió con fuerza
se apagaba con cada caricia que nos negábamos.
Y en el momento menos pensado nuestra historia
fue solo cenizas y recuerdos de algún fuego lejano,
que ningún viento pudo encender nuevamente.
Solo quedan cenizas que cualquier brisa
las lleva a cualquier lugar,
pero siempre lejos de nosotros que las miramos
con una gran tristeza .(SB)
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